Mi caos ordenado: entre bastidores de mi proceso artístico

Normalmente, todo empieza con algo que no encaja. Un ciervo en un pasillo. Una langosta del tamaño de una persona sobre una cama. Una silla victoriana flotando en el mar. Mi mente lanza combinaciones extrañas, y yo persigo las que me hacen detenerme y pensar.

Me atrae ese instante preciso en el que algo está a punto de suceder - o ya ha ocurrido, y lo único que queda es el eco de lo que fue. Me detengo en las emociones.

No suelo hacer bocetos obsesivos antes de empezar. Me lanzo directamente. Acrílicos o acuarela, pero casi siempre acrílico. El lienzo se convierte en un terreno de juego para decisiones intuitivas - a veces brillantes, a veces desconcertantes. Las capas se acumulan. Aparecen formas. Luego desaparecen. Construyo, destruyo, reconstruyo.

A veces, el título manda. Aparece a mitad del proceso y dice: “Este cuadro se llama Los opuestos se atraen. Haz que funcione.” Y, de alguna manera, lo consigo.

Rara vez sé con exactitud qué estoy pintando hasta que está terminado. Mi proceso es como organizar una cena con personajes desconocidos. Llegan vestidos de forma extraña y dejan pistas de una historia. Solo intento capturar la escena antes de que desaparezcan.

Al final, quiero que mi arte se sienta como un rompecabezas que no necesitas resolver - pero del que no puedes apartar la mirada.